Erase ésta una vez un personaje sin brazos
y sin pies, de nombre extraño y al revés. Un pequeño ermitaño de muy difícil
trato, que raramente salía a pasear tan solo un rato.
Su casa estaba hecha
completamente de frambuesas, todas dispuestas desde las más verdes a las más
desechas. Se encontraba en lo más alto de una colina conocida como “la belleza
campesina”
Deambulaban
por los alrededores muchas cabezas bovinas, en las cercanías y alrededores de
tan hermosa colina. Las acompañaban unos arrieros que eran bastante buenos
dueños, con sus particulares sombreros y unos canes con pocos pelos. Visitaban
casi a diario la hermosa casa del ermitaño raro, ya que sus frambuesas rosas
eran bastante deliciosas
Nuestro personaje ya estaba cansado y
bastante hastiado, no entendía cómo esos insensibles traían casi a diario su
ganado
Es como así un buen día, decidido a
terminar tan larga agonía, tomó un buen trago de sangría y como pudo disparó su
arma con gran alevosía. Disparos al aire, disparos certeros, animales y sus
dueños yacían muertos en el suelo.
Una mezcla de alegría e incomodidad
inundaron el lugar, ya ningún animal osaría alguna frambuesa degustar. Luego de
esto un gran silencio llenó todo el paisaje, finalmente este misterioso
personaje había tenido el coraje para defender su tan amado follaje
Pero lo que él no sabía era que con el
correr de los días los arbustos de frambuesas crecerían incesantemente de noche
y de día. Destruyeron a su paso sus dos mesas y sus sillas, los sillones e
incluso toda la vajilla, la cama y la cocina, su despensa completa y atraparon
a sus tres golondrinas